en perfecta y solemne reflexión,
sabrás que tu alma has entonado
con la melodiosa gracia de Dios.
con la melodiosa gracia de Dios.
Contempla tus hechos y mira
si la sonrisa aparece en tu faz,
no hay vanidad que te brinde
la paz de un recto andar.
Aquel que no comparta tu gozo,
quizá nunca lo ha conocido.
Se fiel a tu digno cometido,
y la felicidad habrás obtenido.